EN EL DIA DEL CAMPESINO

ES HORA DE REIVINDICAR AL TRABAJADOR DEL CAMPO COLOMBIANO

POR LUIS JESÚS SOLÍS GÓMEZ

6/2/2025

Hace muchos años, cuando yo era muy niño me gustaba leer el semanario EL CAMPESINO, un periódico de las escuelas radiofónicas que a través de Radio Sutatenza, le enseñaron a leer a miles de campesinos y allí nació la educación para adultos o alfabetización, palabra tan desconocida hoy en día, que la escribo bien en mi portátil y me sale con líneas rojas, indicando que es un error escribirla así, pero es que ya estos analfabetas que manejan las redes sociales y el sistema del internet, no saben, lo que han luchado las personas de este país para poder aprender a leer y escribir.

Dicho periódico, nos lo leía mi papá cuando yo apenas tenía 7 y 8 años y nos íbamos los domingos para el campo a leer el campesino, mejor dicho, a escuchar a mi papá que nos leía las coplas de la tierra, que eran versos que mandaban los campesinos de las escuelas radiofónicas que habían aprendido a escribir y practicaban escribiendo versos muy bonitos como este:

Al otro lado del río,

yo tengo una parentela;

un San Antonio de queso

y una virgen de panela

Y mi papá nos hacía reír con esos versos, hasta que un día me antojé de escribir yo también un verso; años después también empecé a mandarlos al periódico y me los publicaban.

Pero el campesino no es sólo un señor que vive y trabaja en el campo, sino que la mayoría de los colombianos, hoy somos hijos, nietos y descendientes de campesinos que antes vivían en el campo y allá vivían en un rancho y trabajaban en la huerta casera, donde se podía, porque la mayoría de los campesinos eran muy pobres y no tenían, donde trabajar y tenían que irse a trabajar a la finca de un señor que era el más rico de la región y pagaba los jornales por día que se acumulaban hasta el final de la semana.

Ya en otros escritos les he contado, sobre la historia de las reformas agrarias que han intentado hacer hombres, como Simón Bolívar, el General Mosquera y en el siglo XX, Alfonso López Pumarejo, con la “revolución en marcha”.

Y digo, han intentado hacer, porque siempre han chocado con la oposición de los grandes ricos, llamados terratenientes o latifundistas que acaparan miles y miles de hectáreas para ellos solitos, conformando las grandes haciendas que ni ellos mismos alcanzan a conocer hasta donde llegan.

En el Cauca es famoso, el terrateniente, Ignacio Muñoz, suegro del poeta Guillermo Valencia, del cual dice el indio Quintín Lame que tenía una hacienda que abarcaba desde el Municipio de Puracé hasta el municipio de Santander, mientras los indígenas a los que los habían despojado de sus tierras, debían trabajar como terrajeros en las fincas de los terratenientes que, como Ignacio Muñoz, eran dueños de grandes haciendas y les pagaban a sus peones un mísero jornal.

Les decía yo que la reforma agraria de López Pumarejo, fue la del siglo XX y con mucho trabajo, logró que se aprobara, pero los ricos terratenientes, encabezados por Laureano Gómez, gran caudillo conservador, impulsaron la violencia, mal llamada violencia bipartidista, pues no es verdad que esta sea únicamente contra los liberales, pues los campesinos eran liberales y conservadores y a todos ellos los mataban, sólo por haber recibido alguna parcela de la reforma agraria de López Pumarejo.

Las chusmas “conservadoras” llegaban a los campos apoyadas de la policía chulavita y mataban al hombre especialmente, violaban a las mujeres, quemaban los ranchos y los hijos asustados debían huir a las ciudades o a las selvas en busca de refugio. Muchos de ellos llegaron a la Amazonía, o selva virgen, llegaron a levantar sus ranchos y pequeñas fincas en terrenos “baldíos” que no tienen escritura porque no eran de nadie, por lo cual pertenecían al estado, de manera que los gobiernos las dejaron para que los pobres sin tierras, pudieran hacerse a un pedazo de tierras.

En la selva del Pacífico de los cuatro departamentos de la costa pacífica, Nariño, Cauca, Valle y Chocó, también llegaron muchos desplazados por esta violencia, que, aunque la promovían especialmente los conservadores, no dejaron de participar también en ella grandes terratenientes liberales, que no sólo mataban liberales, sino a los conservadores y a unos pocos comunistas que había en ese tiempo.

Entonces, la reforma agraria de López, también fracasó y la tierra volvió a quedar en manos de unos pocos que no sólo se apropiaron de las tierras de los desplazados, sino también de los baldíos, armando sus grandes haciendas o latifundios.

En 1966, llegó al poder, Carlos Lleras Restrepo, otro representante de la oligarquía liberal que siguiendo las orientaciones de la cumbre presidencial “Punta del este”, orientaron hacer la reforma agraria para evitar que el comunismo se apoderara de sus países, pues la revolución cubana de 1959, puso en alerta al imperialismo yanki, que con el miedo al comunismo, logró armar una alianza de gobiernos reaccionarios en toda América Latina en la que conformaban la OEA, Organización de Estados americanos, para luchar contra Cuba, el comunismo y las guerrillas que habían aparecido en Colombia, Brasil, Argentina, Ecuador, Perú y el Uruguay, lo mismo que en Nicaragua, Guatemala y El Salvador en América central.

Lleras entonces llevó su propuesta de reforma agraria al congreso, para lo cual creó el INCORA, instituto colombiano de reforma agraria, que tenía la misión de repartir tierras de baldíos entre los campesinos, pero la oligarquía liberal y conservadora se opuso rotundamente a esa reforma. Lleras creo también la ANUC, Asociación de usuarios campesinos, cuyos representantes al verse traicionados por la oligarquía colombiana, impulsaron grandes invasiones de fincas de los terratenientes, especialmente de la costa Atlántica, con la consigna de LA TIERRA PARA EL QUE LA TRABAJA.

Una canción que todavía suena en la voz del dueto Ana y Jaime, A desalambrar, se convirtió en el himno de la lucha por la tierra en los años 70.

A DESALAMBRAR

Autor: Daniel Viglietti (Uruguayo)

Yo pregunto a los presentes,

si no se han puesto a pensar

que esta tierra es de nosotros

y no del que tenga más.

Yo pregunto si en la vida,

nunca habrá pensado usted;

que, si las manos son nuestras,

es nuestro lo que nos den

Si molesto con mi canto,

a alguien que ande por allí;

le aseguro que es un gringo

o un dueño de este país.

A desalambrar, a desalambrar,

que la tierra es nuestra, tuya y de aquel;

de Pedro, María de Juan y José,

de quien la trabaja la tierra ha de ser.